Trabajar de cara al público no tiene precio. Cuantas veces habré escuchado esa frase. Cada persona es de su padre y de su madre. Dice la mía que cada casa es un mundo. Muy cierto también. Así que imaginaros las anécdotas que pueden ocurrir detrás de un mostrador. Con el solo objetivo de echarnos unas risas inauguramos ésta nueva sección con la sana intención de echarnos unas risas.
Sitúense en un pequeña librería que durante dos años regenté. Allí tuvieron lugar centenares de anécdotas con los clientes, de los que dicho sea de paso guardo en su mayoría un entrañable recuerdo. Pues imaginen la escena: entra un chico de aspecto algo desaliñado. No habla muy bien español pero entiendo que lo que quiere es un bolígrafo. Cuando le señalo el rojo, me asiente con la cabeza. Mi sorpresa viene a la hora de pagar cuando ni corto ni perezoso, veo…
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